viernes, 24 de febrero de 2023

Pedro El Morato y la minera de Almería

Se sabía por tradición que fue trovero y guitarrista, si bien su trayectoria humana y cantaora apenas se intuye a través de sus propias coplas y de otras cuantas que a sus andanzas aluden, pues la prensa de su época apenas arroja noticias sobre su persona. En el contexto flamenco su nombre ha sobrevivido inalterado al paso del tiempo gracias a ciertos cantes que a él remiten y refrenda el importante papel que desempeñó en la dinamización de otros tantos estilos mineros de corte netamente almeriense.
Pedro El Morato
(Archivo Enrique Fernández Bolea).
 
Una conocida fotografía descubierta por Juan Grima Cervantes en Garrucha, propiedad de la familia Fuentes Figuera del álbum Figuera de Vargas, y que rezaba a su pie: “Pedro el Morato. Minero de la Sierra de Almagrera”, mostraba su aspecto hacia 1890.[1] Recientemente el historiador cuevano Enrique Fernández Bolea recuperó otra instantánea del cantaor y trovero, perteneciente a la misma serie, en la que El Morato porta un trabuco de cañón largo. En ambas aparece un hombre que ronda los sesenta años, de condición humilde, de pelo cano y tez morena, con amplias patillas y nariz aguileña. Viste pelliza negra y chaleco corto, refajo, pantalón botonado que a partir de las rodillas cubre con pieles a modo de polainas, pañuelo al cuello y luce sobre la cabeza amplio sombrero o catite a lo lorquino. Posa con un burro aparejado con atavíos de esparto y serones, junto a una especie de pila de piedra o abrevadero e inmerso en un paisaje yermo y semidesértico propio de los pagos mineros almerienses.
 
 
La verdadera identidad de Pedro El Morato
 
Su copla autobiográfica ya indicaba el origen veratense del legendario cantaor y trovero de Almería:
Me llaman Pedro El Morato
y soy natural de Vera
con mi guitarrica en la mano,
vaya tela y venga tela
¡Vaya telica de verano!”.
 
No obstante se llegó a pensar que quizá naciera en el cercano pueblo de Antas pues muchos miembros de la familia Segura, parientes de El Morato, allí residieron. También se postulaba que hubiera visto su primera luz en la demarcación de algún poblado o cortijada vinculado a ambas localidades ya que antiguamente el término municipal de Vera, mucho más extenso que en la actualidad, comprendía parte de lo que hoy es Antas, Garrucha y Pulpí. Antonio Sevillano Miralles cita de dicho entorno un paraje llamado “Pago del Morato” y afirma que la enciclopedia Espasa del año 1908 recoge como acepción de la palabra Morato “Casas de labor de la villa de Vera”, para añadir:
Me refieren personas de edad avanzada bastantes recuerdos –sin precisión- en torno al “Morato”: que no tuvo descendencia; que en algún momento de su vida sufrió algún “rifirrafe” con la Justicia; que viajó al extranjero. Tampoco se pudo confirmar la sospecha de que la lápida atribuida a él, en el cementerio de Vera, fuese suya. Existe en esta ciudad una calle, la de la Plata, de gran tradición cantaora por fandangos y tarantas ya que estaba habitada casi exclusivamente por mineros”.[2]
 
Hasta no hace mucho tiempo casi todos los investigadores que se acercaron a la figura de El Morato dieron por cierto el de Segura como su primer apellido. Fundamentales han sido las pesquisas llevadas a cabo por Manuel Caparrós Perales, responsable del Archivo Municipal de Vera, que le llevaron a establecer el nombre real de este legendario trovero así como toda su genealogía en dicho pueblo a través de un complejo entramado familiar.[3]
 
Este investigador, tras desechar una serie de candidatos que con el supuesto nombre del famoso cantaor habían nacido en Vera entre la tercera y cuarta década del siglo XIX, estableció la búsqueda de su verdadera identidad a partir de descendientes conocidos del ramal familiar de El Morato teniendo como inequívoco referente a Diego Segura Martínez nacido en 1927.
Algunos ancestros de este Diego, como Gerónima y Francisca de Paula Segura Morata (nacidas respectivamente en 1784 y 1790), al no haber tenido hijos en Vera no pudieron ser madres de ningún Pedro Segura. Los que constaban con dicho nombre, nacidos entre 1800 y 1830, fueron descartados de manera metódica por no pertenecer a dicha rama familiar de los Segura que actualmente viven en Vera y Antas.
 
Vera, plaza de la Constitución. Hacia 1905.
 
Llegado a ese punto al mencionado archivero municipal se le ocurrió que Pedro El Morato podría no haber tenido el apellido Segura, sino el de Morata, dado que una hermana de la tatarabuela del referido Diego, llamada Beatriz Morata y casada con don Diego Segura, enviudó antes de 1797, por lo que pudo haber llevado ese mote por el apellido de su madre, costumbre que aún hoy perdura en algunos pueblos del levante almeriense. Este argumento fue tomando peso al cotejar los libros de bautizos del Archivo Parroquial de Vera por la viudedad de varias personas casadas nuevamente. También le llevó a inspeccionar la búsqueda de niños expósitos de la localidad que, desde 1737, eran expuestos casi siempre en el torno del Convento de San Agustín de la calle del Hospital, centrándose en los llamados Pedro nacidos entre 1800 y 1850 hasta hallar una singular partida bautismal. Pedro El Morato casi con toda seguridad se llamó Pedro María Alonso Morata y fue bautizado finalizando el año 1841: 
«En uno de los asientos de los libros de Registro Civil del Archivo Municipal de Vera se lee que, en 1841 (nº registro 330), quedó en poder de Ana [María] Morata y Antonio [María] Alonso Albarracín un niño expósito de padres desconocidos llamado Pedro María. Literalmente en el registro: Nacimiento de un niño llamado Pedro María, el día treinta y uno de octubre de mil ochocientos cuarenta y uno, a la hora de las once de la noche, en la calle Almería. Es hijo fuera de matrimonio. Padres: incógnitos. Se bautiza en la Parroquia de la Encarnación. En el libro de bautizos se añaden nuevos datos: fue bautizado el día uno de noviembre de 1841 y fue expuesto el día anterior a las once de la noche en la puerta de la casa de Antonio [María] Alonso Albarracín. Su madrina fue Josefa Cervantes, ama mayor de expósitos, mujer de Diego Martínez, y se dio a lactar a Ana [María] Morata, mujer del referido Antonio, de ejercicio jornalero.
Partida de nacimiento de Pedro María Alonso Morata, con toda probabilidad Pedro El Morato.
Hallada por Manuel Caparrós Perales en el Archivo Municipal de Vera (Almería).
 
Su supuesto abandono seguro daría mucho juego en la elaboración de una recreación histórica sobre su vida; ese desapego familiar que resulta tan extraño en El Morato y que lo llevó a lugares lejanos... También el lugar en el que fue abandonado tiene que ver con la música y el flamenco: la calle Almería de Vera, tradicionalmente ha sido habitada por una mayoría de población gitana, comunidad que solía practicar todo tipo de ritmos y cantos tradicionales.».[4]
 
Así pues este niño, al que se llamó Pedro María Alonso Morata, recién nacido, el domingo 31 de octubre de 1841, fue expuesto en la puerta de una casa de la calle Almería, municipio de Vera, y bautizado al día siguiente. 
Los vecinos de dicha vivienda, padres adoptivos de la criatura, eran Antonio Alonso Albarracín y Ana María Morata López que habían nacido en 1808 y 1807 respectivamente y se casaron en Vera el día 16 de agosto de 1824. Por ese tiempo ya eran padres de varios muchachos, hermanos por tanto de El Morato, que también localiza Caparrós Perales, entre ellos Nicolás Francisco Antonio nacido en 1825. Tras la llegada del propio Pedro vino al mundo José Antonio Narciso en 1844, bautizándose todos en la parroquia de La Encarnación de Vera. Sus abuelos paternos fueron Nicolás Francisco Alonso y Antonia Albarracín, y los maternos Antonio Morata Bolea (de oficio salitrero) y Josefa López.
Vera, calle de Juan Anglada.
Al fondo la parroquia de La Encarnación donde se bautizó a Pedro María Alonso Morata ‘El Morato’.
 
Hay que convenir que lo que dio origen al apodo de “El Morato”, que a Pedro María acompañó toda su vida, fue por derivación del apellido de su madre adoptiva, Morata, costumbre extendida en el Levante Almeriense y en otros lugares. Con tal sobrenombre pasaría a la historia del cante. De otro lado pertenecía a la familia ‘Segura’, aún residentes tanto en Vera como en Antas, por lo que muchos, ya en su tiempo, quizá asociasen confusamente su nombre al de “Pedro Segura”.
 
Con la colaboración de los curas párrocos de Vera y Antas, don Antonio de Mata Cañizares y don Bernardo Ávila Ortega, el archivero Manuel Caparrós también pudo constatar que los niños de dicha familia no fallecieron. Apenas tres años después el matrimonio Alonso-Morata y su prole abandonarían el pueblo a pesar de la pujanza económica que estaba adquiriendo la comarca por la minería en la Sierra de Almagrera. Y es que fue por ese tiempo, en 1838, cuando en dicho enclave, límite de las provincias de Almería y Murcia, se descubrió el argentífero Filón Jaroso, tosco tesoro de plata que acaparó la mano de obra que hasta entonces extraía plomo de los cotos de galena de Gádor. Poco después, hacia 1847, verdaderas riadas de mineros de Berja, Adra, Dalías y otros puntos se trasladaron al Campo de Cartagena y La Unión:
Cuando de Sierra Almagrera
-Tesoro de la Nación
lloraban con aflición
los pueblos de Cuevas y Vera.
Emigraban pordioseros
centenares de vecinos:
parecían hormigueros
¡andando por los caminos!”.[5]
 
El Barranco Jaroso en la sierra de Almagrera.
 
Al no haber registros en los padrones del Archivo Municipal de Vera tras 1844, ni en la calle Almería ni en otras, se convino en pensar que la familia nuclear de Pedro El Morato se hubiera trasladado a Antas u otro pueblo cercano. No obstante, gracias a las indagaciones de la escritora catalana de orígenes bastetanos Yol de Yeste, se confirmó que, tras abandonar Vera, se avecindaron en Almería capital, sabiéndose por los empadronamientos de habitantes que el cabeza de familia se dedicó al negocio del pescado. En dicha ciudad es donde se hallan actualmente sus descendientes. Consciente el archivero investigador Manuel Caparrós del hecho de que el niño fuese adoptado, formula, no obstante, las siguientes reflexiones acerca de:
 
«...el supuesto parecido físico ya comentado entre la fotografía descubierta de El Morato y algunos descendientes vecinos de estos pueblos. Puede que fuese excesivo suponer que ese niño, depositado en la puerta de Ana María Morata, era fruto de su propia familia extensa, oculta su identidad para evitar escándalos vecinales. Presumiblemente, trasladada su familia a otro lugar, las sospechas y maledicencias se disiparían. Escarmentado de las hipocresías sociales, Pedro María habría optado por no casarse».
Y añade:
«...de ser ciertos estos avatares sobre su vida, quedaría una interpretación (psicologista) bastante completa sobre por qué Pedro El Morato se comportó y vivió de esa manera errante y desapegada durante toda su existencia. Al no poseer bienes ni esperanzas de adquirirlos, nada más que con los supuestos nulos medios con los que partió y no tener nada que perder, marchó a ganarse la vida, cantando para dulcificar sus quebrantos».[6]
 
Imagen retrospectiva de la ciudad de Almería, hacia 1900.
 
Como queda dicho, ese niño sobrevivió a las enfermedades de la época, al no aparecer decesos con su nombre y edad. Es posible que durante su juventud tomara contacto en aquella capital con el flamenco urbano y ciertos cantaores locales del momento. Intuimos que el tiempo invertido en esta primera etapa de su vida en la ciudad sería el mínimamente necesario para independizarse y dejar volar su espíritu libre y aventurero.
Soy del reino de Almería                  Almería si es que vuelvo;
en donde se crían las flores.              nunca volveré a dejarte.
Me llevo la “sempatía”                       Mi corazón se va;
que a nadie le debo favores,             se quea con el recuerdo,
¡Tan sólo a la madre mía!”.                pa no poderte olviar”.
 
 
De Almería a Vera, Antas y las minas
 
Así pues desde muy joven marchó a trabajar a otros lugares. Las breves noticias biográficas que sobre él circulan, recabadas a partir de la tradición, inciden en su condición de soltero, pues confirman que ni se casó ni tuvo hijos reconocidos. En cuanto a los primeros pasos en su devenir cantaor, Manolo de la Ribera afirmó que Pedro El Morato coincidió con el legendario Juan Martín ‘El Cabogatero’ cuando éste era capataz de minas, pasando después a cantar a Cartagena con El Rojo El Alpargatero. Hay que advertir que el alicantino Antonio Grau Mora (1847-1907), cantó con asiduidad en Almería entre 1876 y 1878 sobre todo en el Café Casino Almeriense, por lo que no serían descartables algunos primeros encuentros en la ciudad entre ambos cantaores. La gran afición de El Rojo, seis años menor que el almeriense, le obligaría ya por entonces a querer escuchar a El Morato quien ostentaría cierta fama y del que los hermanos Manrique expresan:
 
...tal vez menos incisivo que éste (el Rojo), pero puso más amplitud sonora y cambio en los medios tonos, cualidad ésta innata en los cantaores almerienses”.[7]
También pudo coincidir posteriormente con Frasquito Jiménez Belmonte (1863-1925), el famoso cantaor invidente del barrio de las Almadrabillas, como indica esta poco conocida copla que rescató del olvido el sacerdote e historiador del trovo Luis Díaz Martínez (1938-2021), la cual posteriormente registraría Antonio Piñana:

Con Perico el Morato
y “el Ciego de la Playa
tendrás que trovar un rato
Si no “pue-ser” que te vayas
haciendo “el fú”, como el gato”.
 
Aún tendría tiempo de recorrer algo de mundo y regresar a su tierra natal, para reavivar su fama, pues la tradición oral dice que Pedro María siguió teniendo contacto con algunas personas, primos y tíos, de Vera y Antas.
 
Plaza de Fernando V o del Mercado de la localidad de Vera en 1910.
 
El antes referido Diego Segura Martínez, familiar descendiente de hermano del famoso cantaor, y apodado como él ‘Morato’, refirió a algunos investigadores, como Juan Grima Cervantes y Norberto Torres Cortes, lo poco que sabía de su lejano pariente a través de su abuelo que debió nacer hacia 1869 y murió con 85 años. Según Diego contaba, Pedro El Morato solía visitar a su abuelo cuando aquél vivía junto al molino que antiguamente existía en la calle de las Cruces. Afirmaba que “El Morato se fue a América del Sur y que cuando volvió se presentó en Vera sin dinero pero con una máquina cantaora”.[8]

Le unía un fuerte vínculo con Antas, municipio donde al parecer residió en la barriada de Los Colorados, y del cual otra familia Segura, hortelanos veratenses, conservaban memoria del que creían su pariente. Estas personas recordaban del El Morato una copla dedicada a la patrona de la localidad, que dice:

A la Virgen de la Cabeza
yo le compré una corona
siendo un pobre jornalero
y me cubre con su manto
por ser tan buena persona”.
 
Otro de estos trovos lo dedicó a los productos de la Huerta de Antas, también incompleto en la memoria de dicha familia:

Que bonica es mi Antas
tan bonica y tan temprana
que cojo mis pimientos
y mis verduras...
que no los hay en Almería”.[9]
 
Antigua vista panorámica del pueblo de Antas, 
apreciándose en primer termino parte de sus huertas.
 
Estos familiares lejanos precisan que Pedro El Morato era la gran atracción de los bailes que se hacían por Navidad en Antas, y uno de sus organizadores, yendo de cortijo en cortijo y oficiando de “guión” (cantaor) de la cuadrilla con la que pedía para las Ánimas. Se sabe que por entonces tuvo un rival trovero en Antas, llamado José El Evente, a quien siempre ganaba en la controversia.[10]
Es también probable que tuviera algún encuentro con otro de sus paisanos, el trovero veratense José García de Haro ‘Pepe Raspajo’ (1865-1941), quien fuera seguidor del gran José María Marín.
Pepe Raspajo, trovero de Vera.
(Archivo Pedro Jesús Contreras Salas).
 
De esta época son al parecer dos coplas de controversia improvisadas entre cierto trovero y El Morato, retenidas en la memoria de la afición popular local y recogidas por el estudioso del trovo Luis Díaz Martínez:

Quisiera pedirte un trato,
sin que me lo agradecieras.
He roto un par de zapatos
corriendo Cuevas y Vera,
en busca de Pedro Morato”.
 
Al cual contestó el aludido cantaor y guitarrista:
 
Si la sangre de mis venas
te hiciera falta en un vaso,
tú puedes contar con ella,
que “to” el que por mí anda un paso
ando yo por él, docenas”.
 
Otro dato de este tiempo es el que aporta José Gelardo Navarro a partir de la información recogida en agosto de 1978 en Vera de un cantaor apodado Chamorro y de Diego Segura Núñez, familiar descendiente del trovero, por la que afirma que:

El Morato (...) trabajó en el Cortijo de Las Palmeras, propiedad de Angustias Ferrer, cortijo que queda a la salida de Vera”.[11]
 
Otros familiares de este pueblo aseguraban que Pedro El Morato desde muy joven se fue a vivir fuera, llegando a trabajar en minas de lugares tan dispares como Utrilla (Teruel), Herrerías de Cuevas de Almanzora y Linares de cuya época cantaba una copla que no recordaban completa:

En Herrerías trabajaba
ganaba poco dinero
me fui a Linares...”.
 
Además de mulero o carretero, también se sabe que fue vendedor ambulante, buhonero o marchante por poblados y aldeas mineras. También minero en la Sierra de Almagrera, tal como señala la inscripción de su fotografía, o en labores que dejan entrever su relación con otros varios trabajos en torno a la mina.
Teniendo en cuanta que por aquel tiempo también persistía un tipo de extracción mineral por expurgo o laboreo pudo haber trabajado de colono o en el acarreo de piedras como arriero. Todo este conglomerado de oficios pensamos sería el contexto de minería en el que el trovero almeriense se desenvolvió, más no como obrero profesionalizado, lo que no estaría reñido con la opinión de don Luis Díaz Martínez quien, en referencia a los cotos murcianos, afirmó:

...el Morato, que no sabemos cuándo apareció por estas tierras, se dedicaba a vender verdulería, y la mina nunca pisó”.[12]

La arriería constituyó un fundamental medio de avituallamiento de materiales y transporte de los cargaderos de las minas de Almería y Murcia.
 
Sin duda su vida errante le obligaría a tener una versatilidad de oficios a los que se adaptaba con facilidad según las circunstancias. La variación de uno de los versos de su más conocida copla autobiográfica señalándose “con mi varica en la mano...”, en alusión al bastón o cayado, constataría también su posible vinculación al chalaneo y al trato de bestias. Durante el desempeño de todas estas ocupaciones mostraría su calidad como repentista y sus capacidades cantaoras que haría valer a cambio de algún estipendio en posadas y ventorrillos. No es raro imaginar a El Morato recorriendo caminos con su guitarra predispuesto al cante y desafiante ante cualquiera que se las diera de trovero:
Me llaman Pedro el Morato
el mejor de los troveros,
bien lo sabe el mundo entero,
que de trovos tengo un rato
y también de verdulero”.[13]


En tierras de Murcia
 
Por su dedicación al trato, a la venta ambulante y su condición de tartanero viajaría de forma continuada de Almería a Cartagena influyendo en otros cantaores-troveros murcianos. Es más que probable que iniciado el último cuarto del siglo XIX El Morato ya hubiese cruzado en más de una ocasión el Portazgo de los Nuevos Alumbres para llegar a La Unión. Siendo su oficio versátil como verdulero transportaría hortalizas desde la Huerta de Murcia pregonando su mercancía y difundiendo su ingenio en el arte de versificar sobre cualquier cosa que viera en sus itinerarios:

Soy del reino de Almería                  Salgo por las Herrerías
en donde nacen los tempranos           y entro en el Garbanzal
y al amanecer el día                           no eches vino que me ahogo
me encuentro a Pedro El Morato       y no puedo beber más”.[14]
vendiendo verdulería”.
 
La primera letra también la recoge el citado sacerdote aguileño Luis Díaz Martínez con esta variante de inicio: “Porque vengo de Almería / donde nacen los “tempranos”...”. No obstante este segundo verso, por el uso reiterado de la copla, ha trasmutado su mensaje original, debiendo en realidad decir: donde nace lo temprano”, que enfatiza lo anticipado o prematuro de los productos hortofrutícolas almerienses frente al tiempo ordinario de recolección de las mismas hortalizas en otros lugares.
 
José Martínez Tornel.
(Fotografía de portada del n.º de la revista “Cartagena Artística”;
Domingo 1 de junio de 1890).
 
Es hacia 1877 donde aparecen las primeras noticias del mítico cantaor almeriense en Murcia, con un gran bagaje vivencial a sus espaldas ya que, tan sólo un año después, circulaba cierta copla que insinuaba su final y que incide en su querencia y afición al vino. El periodista y abogado murciano José Martínez Tornel (1845-1916) en su artículo “Rebusco. Puerta de la Traición” de 1878 entre añejas curiosidades sobre Murcia intuye, a través de una copla sesgada, el triste final del trovero:
 
En páginas 4 y 5 del n.º 24 del “El Semanario Murciano”;
Domingo 28 de julio de 1878.
 
Posteriormente, en 1892, el mismo autor en su colección de “Cantares populares murcianos” y entre las que mencionan a nuestro aventurero, recoge la letra completa a la que hacía referencia:
Página 55 del segundo cancionero de José Martínez Tornel: “Cantares populares murcianos”;
Imprenta de “El Diario”. Murcia, 1892.
 
No obstante y a pesar de la luctuosa copla El Morato no moriría tan tempranamente. Sea cual fuere la motivación de la citada letra salió airoso del percance no escribiendo el final de su historia hasta bastante tiempo después. Gracias, entre otras, a las investigaciones de José Gelardo se sabe que su fallecimiento fue muy posterior.
 
Apenas nada se conoce del talante humano de El Morato aunque a su fama mantenida viva en la memoria de las gentes se le unían sus condiciones de pícaro, borrachín, arrogante, valentón y algo pendenciero:

De reojo...
ya sabe usté quién soy;
no me mire a mí de reojo.
Yo doy la mano de amigo;
si no quiere la recojo
y tenga usté cuidao conmigo”.
 
Imagen retrospectiva de La Unión y minas del Cabezo Rajao.
 
Hacia 1975 Juan Martínez, aficionado al verso popular y teniente de alcalde de la localidad de Roche, distante tres kilómetros de La Unión y perteneciente a su municipio desde 1860, refería por su abuelo materno la siguiente anécdota a Luis Díaz:
...que el Morato con otro trovero llegó a cantar toda una noche, siendo el motivo principal de la lucha trovera un tema dedicado a las plantas de la tierra. Y como estas veladas se alargaban día y noche, como buen coplero de su tiempo, muchas alegres alboradas eran testigo de su canto y su verso; situación que le obligaba a no aparecer por casa a una hora prudente”.[15]
 
Terminando el año 1894 la fama del trovero persiste en estas tierras hasta el punto de aludir a la humildad de su atuendo esta reflexión final del gacetillero de “El Diario de Murcia”:
Lo del día.-. (.../...).
¡Qué diantre! ¡Todos nos vamos acomodando á lo que el tiempo impone! Hay quien en calzándose los guantes, aunque lleve los pantalones con flequillo por los bajos, se cree que vá hecho un elegante! Y si empluman un cigarro de diez céntimos en una boquilla de á palmo... ni D. Juan Tenorio, ni Pedro el Morato.”.[16]
 
 
El Morato y los repentistas de su tiempo.
 
Las coplas de El Morato han de encuadrarse dentro de los que comúnmente utilizaba la población minera y rural, donde surgieron los troveros del Levante almeriense del siglo XIX. Sus repentizaciones, procedentes del trovo alpujarreño eran simples, de rima asonante y a veces inexactas en la métrica, contrariamente a las versificadas por José Castillo Rodríguez ‘Castillo’ (1872-1958) o Ginés Sáez ‘El Minero’; no obstante surgían con fresca espontaneidad, reflejando su ingenio y ocurrencia. De otro lado se puede inferir que se acompañase él mismo con la guitarra, a la antigua usanza, tal como lo hicieran el citado Castillo, El Pajarito, Los Indalos, El Alhameño o El Ciego de la Playa, entre otros muchos.
 
Posible imagen de Pedro El Morato hacia 1890.
(Archivo Juan Grima Cervantes).
 
Se jactaba El Morato de buen trovero, versificando al momento sobre cualquier cosa en que reparase o motivase su genio por los lugares en que deambulaba, dando pie a la controversia y al cante con cualquiera que se le quisiera medir, contribuyendo de este modo a extender su fama. Así se intuye en la frase de su letra autobiográfica más conocida y que lo reafirma: “con mi guitarrica en la mano. / Señores, que venga tela...”; motivación que se repite en otra copla parecida recogida por Martínez Tornel:

Cuando el Morato se pone
con la guitarra en la mano
venga tela, venga tela,
venga tela de verano”.[17]
 
Esta predisposición en sus itinerarios debieron tener gran peso e influencia en sus oponentes dentro de los desafíos troveros en torno a los cotos mineros murcianos como esboza el siguiente texto que firma ‘Cartago’:
 
La graciosa agilidad del trovo –verso repentizado-, cantado al son de la guitarra, con acento viril de malagueña, alcanzó una expresión tan característica que pronto se puede hablar del cante minero y al mismo tiempo que el mundo de la industria y el comercio, pudo conocer á la ciudad de La Unión por sus ricos minerales, el mundo del arte se descubría asombrado, ante la maravilla sin par de sus troveros, a la cabeza de los cuales se, sitúa un minero apodado “el Morato”, del que heredaron afición y modos toda una pléyade de continuadores, entre los que alcanzó el número uno –sin duda ninguna-, el genial José María Marín Martínez (...).”.[18]
 
El murciano José María Marín
considerado el mejor trovero de la historia.
 
Es decir que, a partir de troveros almerienses como él, la copla en la provincia de Murcia se perfecciona con rima consonante. El tantas veces aludido Luis Díaz Martínez distingue entre ambas modalidades:
 
Por mi parte, yo las clasifico en dos formas totalmente distintas. Una, que podríamos llamarle vulgar, y, otra, académica. La primera, tiene las mismas características de las quintillas que se hacían antes de los grandes del trovo; V. gr.: Pedro «El Morato», los hermanos «Indalo»... He aquí un ejemplo de las coplas que se enjarretaban en esta época. (...):

De la España un joven rey
tiene a todos que mandar,
porque lo manda la ley.
Y si «venéis» a «versal»,
mirar á dónde «sus» metéis.
 
Esta quintilla del Indalo nos dice, la clase de verso que se improvisaba antes de aparecer Requena, Marín, Castillo, García Tortosa... Como vemos, no mira tanto la rima perfecta, sino la gracia y el ingenio del repentista. Usa un léxico muy popular, y con frecuencia le da una «patada» a la gramática.”.[19]
 
Con respecto a este último cantaor y guitarrista traemos un artículo hasta ahora inédito que alude precisamente a un adolescente Indalo a quien se parangona por su calidad cantaora “en el estilo de la tierra”, sin desmerecer su facilidad en inventar “trovas”, consignando de su repertorio la conocida copla:

¡Almería quién te viera,
Y en tus calles paseara,
Y á Santo Domingo fuera
A oír la misa del alba!....”.
 
Se trata de un relato escrito por el periodista almeriense A. Gonzales Garbín que, con el título de “¡Patria Mía!”, fue publicado en el periódico “Almería-Orán” a inicios de 1881 pero cuya narración remite al verano de 1873:
 
En un mesón de los que sirven de parada á las mensajerías, en el camino áspero y sinuoso que conduce desde la bella Almería á la morisca capital del reino granadino, se hallaban en una plácida noche de estío, reunidos en corro unos cuantos gallardos mozos acompañados de otras tantas hembras de arrogante gentileza, entonando coplas y cantares ‘al estilo de la tierra’, que acompañaba con sonora guitarra uno de aquellos mancebos, de ojos negros y rasgados, de tez morena, de rostro benévolo y agraciado y de general aspecto simpático. –Pero, Indalo, ¿tú nó cantas? dijo una de aquellas zagalas en tono insinuante é imperativo.- Allá va por mi pueblecito bueno, contestó el interpelado, que no era otro sino el chaval que manejaba el instrumento. Y con una voz conmovedora, dulce y penetrante, que dejó por un momento á la reunión embargada y extática, entonó la endecha con que encabezamos este artículo.
 
Almería vista desde La Alcazaba.
 
¿Quién es ese mocito? preguntaba á uno de la concurrencia cierto curioso que acababa de aproximarse al corro, atraído por las armoniosas notas que lanzaba á los cuatro vientos el instrumentista de la fiesta. –Es Indalecio el de Almería, valiente criatura que da bendición el oírle, porque el muchacho trina como un jilguero.- Y en verdad que con tal sentimiento y ‘aquél’ ha entonado, observó el recién llegado, la coplilla de su tierra, como si hubiera recordado á la prenda que le tuviera robado por entero los pedazos de su alma.
El que escribe estas líneas y otro esclarecido amigo suyo, ambos hijos también, como el buen Indalecio, de la hermosa ciudad cuya playa acaricia las olas del alegre Mediterráneo, nos hallábamos pernoctando en aquel parador incómodo, aguardando que transcurriesen algunas horas para proseguir nuestra ruta hacia la ciudad natal (...). Al oír el expresivo cantar de nuestro bizarro compatriota, interrumpimos la conversación que acerca de los asuntos públicos distraía nuestro ánimo por el momento, y nos acercamos al sitio donde se entonaban los aires de nuestra tierra, a punto de que el mismo cantor, con voz aún más excitada y conmovida por el aplauso del auditorio, dedicaba esta otra segunda trova al recuerdo del país amado: 
 
Almería, patria mía,
Motivito de mis penas,
¡Cuándo volveré á pisar
De tus playas las arenas!
 
Y en verdad (no sé si esto será prerrogativa ó debilidad, como ustedes quieran, de los que hemos nacido en aquel suelo amoroso) el dulce nombre de «Almería,» el grato nombre del pueblo nativo encuentra en el corazón de todo almeriense una resonancia inexplicable.
Esta consideración hicimos mi sabio compatriota y yo, después de oír las estrofas del gallardo Indalecio, y los comentarios que después de aplaudirlas hacían los curiosos que se habían ido aproximando para disfrutar del alegre concierto. (...).”.[20]
 
Este Indalo de Almería debió nacer hacia 1856, pero hay que hacer la salvedad de que se habla normalmente de “Los Indalos” por lo que hubo al menos dos. Aparte del cantaor del relato existió otro natural de la localidad de Pechina, llamado Indalecio Mateo Santistéban de quien se sabe que, junto a su paisano José Castillo, llegó a actuar en Madrid en 1892.
El gran trovero almeriense José Castillo Rodríguez.
 
Otro apunte sobre la popularidad del Morato lo recoge el jurista e historiador Federico Casal Martínez (1867-1955), al abordar los inicios del famoso trovero José María Marín: 
Le salieron al encuentro muchos troveros, entre los que recordamos, por ser los más conocidos, a Ginés García Ros alias ‘el Lagarto’, Andrés García ‘el Mugrena’, José Tadeo, El Requena, Manuel Gómez, Ramón Celdrán, Pencho Gómez, Castillo, Polichinela y el Morato. Éste gozaba de alguna fama, y, de él, se cantaba la siguiente quintilla:
“Antiayer juí al teatro
y vide a la emperatriz;
platiqué con ella un rato,
y me dijo la infeliz:
¡pa cantar bien, el Morato!”....”.[21]
 
Federico Casal Martínez.
 
A la nómina de cantaores-troveros de la misma generación habría que añadir a Juan Mena, Diego El Puro, El Peladilla, Tío Juan Casado, Manuel Tortosa y José García ‘El Perinero’, entre otros.
Fue en estos cotos mineros murcianos donde El Morato alardeaba de buen trovero desafiando a muchos repentistas y saliendo airoso en sus pugilatos hasta su enfrentamiento con el gran José María Marín (1865-1936). Éste último, a pesar de no cantar, versificaba en coplas más elaboradas y cultas las cuales empezarían a imitar otros. Así lo constataba el también trovero cartagenero Ángel Roca Martínez (1928-2022) en sus opiniones a veces algo severas:
 
...¿Y qué es? (..).
-El «trovo» es una poesía recia, viril. Nació a mediados del siglo pasado en la sierra minera de La Unión.
-Así sería ella.
-No eran las rimas de Bécquer, claro. Los «troveros» eran, en su mayoría, rudos obreros de la mina, la mayor parte de ellos analfabetos.
-¡Dios santo! ¿Y tañían la lira?
-A lo minero, pero la tañían.
-Dame nombres.
-A finales del siglo pasado se hizo famoso «El Morato»; pero el número uno indiscutible fué otro minero, José María Marín Martínez, que tenía algunas letras porque iba para seminarista y era hombre de gran vena poética. Fué él campeón hasta que murió.
-Dios le tenga en su santa gloria. ¿Después?
-Castillo, «El Minero», Gregorio Madrid, Ballesta... (...).”.[22]
 
Catorce años tenía el trovero murciano José María Marín cuando fulminó al “Morato”, que se jactaba de ostentar el cetro del trovo de simples copleros y del que queda como única referencia suya aquella copla, sin pies ni cabeza, incorporada hoy a la antología del “Cante de las Minas”, ¡grabada en discos por algún cantaor! Y dice:
“Antiayer juí al teatro...”.”.
 
Antes de Marín, “El Morato”, con aquello de “Vide a la Emperatriz” y mil etcéteras más, difundía junto a otros copleros de igual clase, sus ‘engendros’ de coplas ‘contrahechas’.”.[23]
 
Los troveros José Castillo a la guitarra, Marín en el centro y el cantaor Bartolo el de Oria.
 
No obstante de admitir que fue con Pedro El Morato, constituido en el ídolo de entonces, con quien el gran trovero cartagenero de La Palma mantuvo sus primeras controversias, tanto Isidoro Valverde Álvarez como Sebastián Serrano Segovia en sus respectivos libros: “Cartagena entrañable” y “Marín, rey del trovo”, retrasan al año 1885 el encuentro entre ambos repentistas, coincidiendo con el regreso de Marín a su tierra después de haber cumplido el servicio militar en Cuba. Es por ello errónea la apreciación de don Ginés García Martínez, cronista oficial de Cartagena, quien lo nombra como discípulo de Marín, a pesar de ser mucho mayor que él:
 
... Marín fue el trovero más famoso. Ginés “el Lagarto”, el Mugrena, el Pechinela, Pedro Gómez, y el Morato, fueron sus discípulos más aventajados”.[24]
 
Existen otros datos que aluden a dicho enfrentamiento. Se cita otro posible duelo en la entrevista que en julio de 1978 realizó José Gelardo Navarro a Salvador Ruiz Carrillo ‘El Pascua’, cantaor de la localidad almeriense de Carboneras, quien apunta el nombre de algún que otro seguidor del de Vera:
 
(...). –‘Lo de Pedro El Morato se ve que es... una... cartagenera o una minera. No sé cómo son las coplas que ya se le olvidan a uno’. (...).
-¿Y aquí, en esta zona, hubo buena tradición del cante de las minas entre la gente de Carboneras?
-‘Bueno, había uno aquí que le llamaban (...) Simón El Curro... Estoy ronquillo..., una mijilla... No canto como otras veces he cantao, ¡pá qué le voy a decir! Esto es como de la noche a la mañana’... [Pero tiene ganas de cantar y canta otra malagueña atarantada]:
‘¡Ay! Es un grande trovador
dicen que Pedro El Morato
es un grande trovador
pero dicen los muchachos
que Pedro El Morato murió
y en un bodeguín borracho’.
 
-Aquí pegaba más el cante de las minas que...
-‘Más que tó’. (.../...).
‘El Carabina, es que sabía muy bien trovar. ¡A ver si me acuerdo! Es que tiene varias cosas... como cuando El Morato, cuando iba, le dice a uno, dice ¡ah!, éste era Marín:
¿Aónde trabajas, Marín!
Trabajo en el Cortijuelo.
¡Trabajas tú mucho aquí.
Yo trabajo lo que quiero
porque nadie manda en mí.
 
...El Pedro El Morato cantaba... Y el Tío Antonio El Pañuelo era trovador y cantaba muy bien. Daba gloria oírlo cantar. (...).”.[25]
 
Algunos de estos cantaores como Simón El Curro y otros que también cita pero que no se recogen en este pasaje, caso de El Canario de Carboneras, debieron propagar por estos pagos tanto cantes como trovos de El Morato. Seguramente ocurriera lo propio con los de otras zonas como fueron Bartolo de Oria (que entraba en el gremio de cantaores para troveros conocidos como ‘lazarillos’, sirviendo en este menester al gran Marín), Juan el de Gérgal o el famoso Tío del Tambor, de Bédar, el cual tenía una taranta corta o minera muy similar a la de El Morato.
 
 
El Pajarito
 
Al igual que otros el sacerdote don Luis Díaz Martínez coincidía en afirmar que El Morato atesoraba una facilidad innata para trovar. Refiriéndose al trovero Marín, comentó:
... en su corta edad, ya aventajaba a los más veteranos del trovo. Uno de estos era un tal Pedro el Morato, que constituía el ídolo de entonces. Aquí está su tarjeta de identidad:
“Me llaman Pedro el Morato
y soy natural de Vera,
con mi guitarra en la mano.
Señores, que venga tela.
¡Venga tela de verano!”. (...).
 
...según Antonio Piñana, padre, este Morato, era además de repentista un magnífico cantaor, el cual estaba amparado por el famoso Rojo el Alpargatero, y otro cantaor trovero llamado el Pajarito, tartanero de las antiguas Herrerías y con residencia en El Garbanzal”.[26]
 
Pedro El Morato
(Archivo de Enrique Fernández Bolea).
 
Fue precisamente éste último, compañero de andanzas de El Morato, uno de sus más firmes contrincantes. Así los recuerda una copla:

Fueron grandes cantaores
El Pajarito y Morato,
también trovaron un rato;
pero su vida, señores,
fue la tartana y el trato”.
 
A través del testimonio de Antonio Grau –hijo primogénito de El Rojo-, a Antonio Piñana, se puede establecer que entre los años 1888 a 1903 El Pajarito y Pedro El Morato, enfrascados en sus luchas troveras, compusieron sus mineras:
 
...el Rojo, padre, el Pajarito, Pedro el Morato, incluso el Rojo, hijo, demostraron tener una enorme intuición musical para crear cantes. Y las pruebas son evidentes, pues cuando tuvieron oportunidad hicieron sus tarantillas, y ahí están todas ellas llenas de musicalidad”.[27]
 
Juan Ruipérez Vera, que es quien ofrece la anterior información, establece el siguiente relato recogido de la tradición murciana en el que codifica los cantes por mineras con el nombre de ‘tarantillas’:

«La condición de tratante de El Pajarito le permitió conocer a gentes de diversa condición, teniendo la oportunidad de relacionarse con Pedro El Morato y mantener con el almeriense una sincera amistad, pues el cante y el trovo les unían.
Según los cronistas y personas que les conocieron aseguraban que se tenían un gran respeto, aunque durante la repentización, entre copla y cante, se producía tal competencia que rayaba incluso la deslealtad. Si por ejemplo El Morato componía una cuarteta, glosando inmediatamente un trovo, alusivo a cualquier evento que estuviera en candelero en ese momento, El Pajarito sin pensarlo le contestaba, iniciándose la lucha trovera tan característica en las veladas que se desarrollaban casi a diario, las cuales, como refieren las crónicas populares, resultaban ser interminables. Al final de esa simulada pelea uno de los contendientes necesariamente debía ganar.
‘El Morato’, según las crónicas, era amante de la controversia, y, al mismo tiempo la practicaba en el momento que se terciara con su buen amigo “el Pajarito”, tartanero de fama. El Pajarito y El Morato por su condición de troveros expresaban sus versos a través del cante. Ambos, como debía de ser, no cantaban sus coplas repentizadas con la antigua malagueña del trovo, del mismo modo que hacían sus compañeros los troveros de aquella época.
Uno y otro glosaban sus trovos y los interpretaban utilizando su cante personal, o sea con una tarantilla. Mientras tanto, en este ir y devenir, Pedro El Morato creó su tarantilla conocida a través de dos estilos diferentes, arropadas musicalmente cada una con una sucesión de brillantes medios tonos, quedando impresa en la estructura musical el carácter del cantaor, y El Pajarito –para no ser menos- también creó la suya, conociéndose de este tres estilos distintos. Si se comparan las tarantillas de Pedro El Morato y las de El Pajarito se podrán apreciar las enormes diferencias musicales que existen entre unas y otras, pues cada estilo, debido a rasgos muy definidos, mantiene sus características musicales propias, a pesar de que ambas discurren por las sonoridades comunes de la taranta».[28]
 
Existen dos curiosas letras que, en el aire de tarantas cortas o mineras, registró La Niña de los Peines acompañada de Ramón Montoya en 1912 para la casa Gramophon (Refs: 3-63.052 y 3-63.053). Se trata de un único estilo de cante cuya melodía tiene vinculación almeriense, no alejada del universo cantaor de El Morato, si bien atribuido a El Pajarito.[29] Se interpreta iniciándolo con verso de pie quebrado:
 
Dame veneno.                                    Con la emperatriz...
si me quieres dímelo,                            Fui la otra noche al teatro
y si no dame veneno.                           y hablé con la emperatriz.
pa que digas en alta voz:                     Con ella conversé un rato,
-Yo maté a mi dulce dueño,                 no hay general como Prim,
con veneno que le había daíto yo”.      que pa trabajá, el Morato”.

No obstante las coplas podrían haber sido creadas tanto por uno como por otro. El testimonio del antiguo periodista cartagenero Vicente Pérez Pascual en su artículo “Poesía Campesina”, publicado en 1911 establece su invención a un compañero del trovero almeriense, lo que refrendaría a El Pajarito:

Página 39 del n.º 1.045 de “Blanco y Negro. Revista ilustrada” de Madrid;
Domingo 11 de junio de 1911.
 
Otro dato en este sentido es el que establece Antonio Piñana, quien en una grabación de 1970 y bajo la denominación de Cantes del Pajarito y Pedro el Morato”, interpreta en primer lugar esta letra: “Y vide a la emperatriz...” (Hispavox HH 10-371).

La copla, sin duda jocosa, tiene toda la intención de haber salido del magín repentista de estos troveros y daría prueba de su socarronería: un imaginario encuentro y plática con “La Emperatriz” (quizás alusiva a Eugenia de Montijo), y al general Juan Prim (1814-1870) ligado al edicto de fusión de los principales caseríos de El Garbanzal, Herrerías, Portmán y poblados pedáneos para formar La Unión en 1868. Esto remitiría a la época en que dicha copla pudo ser compuesta; sin duda antes de lo establecido por Ruipérez Vera, bien por el propio Morato o, como queda dicho, por alguno de sus émulos. Prueba de la popularidad que la letra adquirió son las variantes a que se ha prestado como por ejemplo:
Anoche fuí al teatro
y vide a la emperatriz;
platiqué con ella un rato
y se le ocurrió decir:
¡Pa cantar, Pedro el Morato”.
 
Hace años encontramos a un cantaor motejado como El Pajarito que quizá pueda vincularse a la posible identidad de este intérprete. Las noticias recabadas son curiosamente del año 1892. El hecho cierto es que bajo el nombre de Antonio Muñoz aparece en Murcia un novillero con dicho apodo y posteriormente cantando en Logroño junto al famoso Gayarrito:
 
En página 2 del n.º 11.594 de “La Paz de Murcia. Diario liberal de la tarde”;
Viernes 29 de abril de 1892.
 
En página 2 de los ns.º 1.134 y 1.135 de “La Rioja. Diario político” de Logroño;
Viernes 4 y sábado 5 de noviembre de 1892.
 
No sabemos si referido al mismo u otro cantaor homónimo fuera la siguiente cita de finales de ese año en Madrid:

Liceo Ríus.- La notable Sociedad «Carlos Latorre» celebró anoche su acostumbrada función, poniendo en escena ‘La vida es sueño’ y ‘Los días de Alifonsa’, para los cuadros dramático y cómico, respectivamente. (...). En el sainete (...). También fue muy aplaudido el aficionado flamenco conocido por ‘el Pájaro’.”.[30]
 
 
La Gabriela
 
Esta cantaora un tanto legendaria, y también pionera en el cante de las minas, posiblemente naciera en Cartagena hacia mediados del siglo XIX. De ella tan sólo se sabe que llegó a La Unión en 1873 donde abrió un ventorrillo en la calle de Los Morenos. En su tiempo se la estigmatizó como “mujer cualquiera” por relacionársela con varios hombres, entre ellos el principal cabecilla de la revolución cantonal, el diputado Antonete Gálvez Arce (1819-1898), que se postuló como creador de la famosísima copla que la alude:
Si vas a las Herrerías
le dices a la Gabriela
que duerma y no pase pena;
que antes que amanezca el día,
estaré yo en Cartagena”.
 
Calle Mayor de La Unión. Finales del siglo XIX.
 
Si bien la tradición oral también presenta a El Morato como amante de La Gabriela adjudicando al trovero la autoría de la conocida quintilla que señala la relación amorosa entre ambos. La copla como queda arriba transcrita fue recogida entre otros por Asensio Sáez. Si bien, en opinión del especialista del trovo unionense Luis Díaz Martínez, es tan sólo una variante pulida y arreglada de la original que él mismo recogió en uno de sus viajes a Vera, pueblo natal del trovero, y que dice:

Si vas a las Herrerías
le dices a mi Gabriela
que duerma y no tenga pena.
Que al amanecer el día,
voy a derramar canela”.
 
Una u otra versión es como mayormente la interpretaron los cantaores, asociada siempre a un recio estilo conocido como “Taranta de La Gabriela”. Dicha copla a lo largo del tiempo y por su uso reiterado se retocó en varias versiones. En formato de pizarra la letra fue registrada con leves variantes por Manuel Escacena en 1908 (Zonophone X-52.329), El Niño de La Isla en 1910 (Zonophone 552.181), La Niña de los Peines que fue la que más la divulgó en 1910 (Zonophone X-5-53.017), 1913 (Homokord 70.655), 1914 (Odeón 13.280) y 1916 (Pathé 2.254), y El Niño de las Marianas en 1911 (Gramophon 3-62.015). En 1914 además de Pastora Pavón la registraron: La Rubia de las Perlas (Odeón 13.055), La Niña Romero (Columbia T-611) y Emilia Benito (Gramófono W-263.322); después: Telesforo del Campo hacia 1915 (Era 62.131) y El Canario de Colmenar en 1925 (Pathé 2.245).
 
Café cantante en La Unión.
(Dibujo de Asensio Sáez, 1983).
 
En cuanto a la relación de ambos el padre de don Luis Díaz Martínez hacía a La Gabriela esposa de Pedro El Morato aunque como es sabido el trovero nunca se casó. Hasta no hace mucho tiempo los más viejos lugareños de la sierra de La Unión conservaban diferentes versiones de una conocida anécdota perpetuada en el tiempo donde nuevamente sale a colación esta legendaria mujer. El referido Luis Díaz narró tal suceso como sigue:
 
Estando el famoso trovero disfrutando de una agradable fiesta con motivo del bautizo de un niño, hijo de un amigo; el padrino del niño, entre otras viandas, sacó una bandeja de pasteles mezclados con la fuerte sal de higuera. El Morato, ante el ofrecimiento, cogió uno de los pastelitos, y al echárselo a la boca y notar el amargor de improviso dijo:
“Yo bajé a la olivera,
con este cuerpo divino.
Me dieron la sal de higuera,
y marché a mi destino,
a dormir con mi Gabriela”. (...).”.
 
Por la copla es posible que la anécdota se desarrollara en la zona de Las Oliveras perteneciente a la antigua Herrerías de La Unión. Esta otra, citada por Martínez Tornel y en alusión probable a La Gabriela, se le atribuye igualmente:

Me llamo Pedro el Morato
hijo natural de Vera
y estoy loquito perdío
por una cartagenera”.[31]
 
 No sabemos si ésta copla que la alude era también de El Morato:
 
Toda mi sangre se hiela
cuando estoy en el trabajo,
el tiempo corre y no vuela,
yo quiero dejar el tajo
porque me espera Gabriela”.[32]
 
La relación entre ambos se confirmaría por el dato de Juan Martínez Bastida, guitarrista y trovero cartagenero de Canteras apodado “El Calala”, ofrecido en la interesante entrevista que sostuvo con José Gelardo Navarro a finales de 1996:
 
La Gabriela era la mujer del Morato. Él tenía una mujer o querida que se llamaba la Gabriela. Pedro el Morato era un tío chulón y matón, por eso lo mataron. Eso, lo del Morato y la Gabriela, eran rumores que se ‘sentían’ y mucha gente lo sabía.”.[33]
 
Por su parte José Martínez Tornel en su referido artículo del “El Semanario Murciano” de 1878 pregunta por cierta copla, popularizada ya entonces por los pagos murcianos, que por sus trazas pudo haber sido compuesta por nuestro aventurero El Morato aludiendo veladamente a La Gabriela:

... ¿Dónde ha vivido, quién es y de qué tiempo, el popular Martínez, que se nombra en esta copla:
“Soy mas rico siendo pobre
que Martínez el Pañero;
tengo la novia bonita,
para qué quiero el dinero? (...).”.[34]
 
Al parecer La Gabriela abandonó la antigua Herrerías en el año 1885, para avecindarse en la Cartagena suburbial, donde se advierte su presencia por noviembre de 1889 y donde se supone aún residía a inicios del siglo XX.
 
Cartagena, dársena del Puerto, hacia 1900.
Al fondo la antigua catedral y la puerta del Muelle.
 
 
En Cartagena
 
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX es posible ubicar al Morato como cantaor ocasional en Cartagena, frecuentando la posada que El Rojo el Alpargatero tenía en el Huerto del Carmen, concretamente en el Arco Callejón de la calle de Canales, delegando en Perico Sopas su regencia de dicha taberna para el trato con la clientela.
Este cantaor, como descubrí hace unos años, se llamó en realidad Pedro González y había nacido en 1845. Al parecer había sido criado del gran Silverio en Sevilla y estaba por aquel entonces a las órdenes de El Rojo, por lo que obligadamente hubo de coincidir con El Morato. Esta Posada fue lugar idóneo para que recalasen cantaores y troveros de cualquier traza ya que, según Antonio Piñana, era:
 
Refugio para bestias y averíos, cocheras de los tartaneros y aposentos para arrieros en su mayoría, todos ellos buenos aficionados al cante y a cantiñear. También se reunían a diario, y en torno al Rojo, los cantaores más punteros de entonces”.[35]
 
El Rojo el Alpargatero y su esposa María del Mar Doucet.
 
La calle Huerto del Carmen estaba formada por varias viviendas en la linde de parte de los terrenos que antaño pertenecieron al desaparecido convento de monjes carmelitas, de ahí su nombre, y a él se accedía por el túnel de la calle Canales. En este lugar y al calor de los vinos, el aguardiente, la láguena y los anises se perfilarían estilos mineros y se ampliaría el repertorio de cartageneras y malagueñas zonales o murcianas en una especie de conciliábulo flamenco con variopintas voces de arrieros, gitanos, troveros y cantaores. El periodista, escritor y cronista de Cartagena, Isidoro Valverde Álvarez (1929-1995), evoca su ambiente al incluir curiosamente a El Morato como cultivador de la cartagenera:
 
La Cartagenera pura y auténtica se forjó, a finales del siglo pasado, en una taberna de nuestra calle de Canales donde se reunían a cantar, cuando daban de ‘mano’ de sus faenas cotidianas, ‘el Rojo el Alpargatero’ –artífice de este cante-, Enrique ‘el de los Vidales’, Paco ‘el Herrero’, ‘Chilares’, ‘el Pajarito’, Juan ‘el Albañil’, todos ellos cartageneros, y Pedro ‘el Morato’, almeriense con querencia a Cartagena. Allí cantaban, quitándose de vez en cuando las ‘telarañas’ del galillo –como debe ser- con el buen vinillo de la tierra. Y cantando le llegaba la incierta madrugada, porque, cuando se canta ese cante, ‘la noche no tiene tapias’...”.[36]
 
Desaparecido Túnel de la calle Canales de Cartagena que daba al callejón de acceso al Huerto del Carmen. En este lugar tuvo al final del siglo XIX y principios del XX su famosa posada El Rojo el Alpargatero.
(Fotografía hacia 1973. Archivo de Juan Ignacio Fernández García).
 
Además de los citados, bien pudieron recalar allí, entre otros cantadores, Pencho Gómez, los gitanos Nolascos, José El Panocha, Ramón El Peluca, Joaquín Celdrán Peñalver, la Roja de los Dolores, El Pereira y Juan Mena del barrio de Santa Lucía. Aunque también cantaban, pudieron oficiar de tocaores Juan González ‘El Polizón’, El Alfredo, Manuel Perales, Antonio Fuentes, Donato Miralles, Antonio Ávila, Juan Recules y los hermanos José y Eugenio Bienert.
A través de una curiosa copla popular, recogida por Ramón J. Sender, variante de la muy famosa que alude a la citada posada de Cartagena, se le hace coincidir igualmente con sus paisanos Paco El Herrero y Chilares que oficia de tocaor:

En la calle de Canales
cantaba Paco el Herrero,
le acompañaba Chilares,
Pedro Morato, el pequeño,
y Enrique el de los Vidales”.[37]
 
No obstante la alusión a “Pedro Morato, el pequeño”, quizá pueda suponer la existencia de otro Morato, distinto al más conocido o popular por ser émulo suyo, pues incide en diferenciar a ambos supuestos cantaores. Este planteamiento tendría visos de verosimilitud por no comportar intencionalidad en la rima, por ser la de esta comarca habitualmente consonante y la asonancia de dicho verso rompería la regla que persevera en las otras variantes de la misma copla.
De otro lado consentir en creer que Pedro El Morato fuese conocido por su pequeña estatura o discutible corta edad en la época de sus coetáneos, más que por su cante, no tiene visos de ser un argumento. Existe además otra rara variante a la copla aludida únicamente recogida por Martínez Tornel en su “Segundo Cancionero” de 1892 que remata de forma análoga aludiendo al cantaor:

En la calle de Canales
cantaba Paco el Herrero,
le acompañaba Chilares,
y el Moratillo el pequeño;
la Rubia de los Lunares”.[38]
 
Por tanto creemos que bajo el pseudónimo del “Moratillo” se presenta en realidad un émulo de Pedro María Aonso Morata y no el trovero veratenses. Curiosamente encontramos una citación judicial a un individuo así motejado:
En página 3 del n.º 2.085 de “El Diario de Murcia. Periódico para todos”;
Viernes 19 de febrero de 1886.
 
 
Muerte de El Morato
 
Ya vimos como una copla popular que recorrió el levante murciano alertaba tempranamente de una supuesta muerte de El Morato. Martínez Tornel en 1892 también recogía dentro de sus “Cantares disparatados” el final distinto de la popular copla de “la Emperatriz” quien afirmaba: “ya murió el Morato”. Entonces no fue el final del famoso cantaor y trovero sino más bien la crónica de alguna muy seria borrachera.
 
Como ya apuntamos es posible pensar que a pesar de su verdadero nombre, Pedro María Alonso Morata, al Morato se le pudiera asociar e incluso interpelar como Pedro Segura, pues la tradición reitera ese apellido de forma obstinada en función de su parentesco con su familia de Vera, o que incluso él mismo se diera conocer así en determinadas circunstancias.
A partir de este supuesto no sería arriesgado establecer hechos noticiados que aludiendo a Pedro Segura pudieran corresponder a El Morato. El caso es que con este nombre y como carretero, aparece en varias noticias en la prensa de Murcia. La primera es de inicios del otoño de 1892:
 
En página 3 del n.º 5.105 del “Diario de Murcia. Periódico para todos”;
Viernes 23 de septiembre de 1892.
 
Posteriormente aparece un pescadero ambulante del mismo nombre, al que multan en Cartagena:
Página 2 del n.º 9.357 de “El Eco de Cartagena. Decano de la prensa local”;
Lunes 9 de enero de 1893.
 
En otra nota de sucesos publicada originalmente en el “Diario de Murcia” aparece nuevamente un Pedro Segura envuelto en una reyerta en La Unión a inicios de abril de 1896; información que es ampliada por otros periódicos esos días:

Riña en La Unión.- En la calle Real de La Unión ha sido gravemente herido de varias puñaladas Vicente García, por Pedro Segura y Gabriel Sánchez que han sido presos”.[39]
 
En página 2 del n.º 3.000 de “Las Provincias de Levante. Diario de la noche” de Murcia;
Jueves  9 de abril de 1896.
 
José Gelardo Navarro, que investigó esta noticia, indica por el Libro de Registro de Entrada del Archivo de la ciudad, la rápida intervención del juez municipal de La Unión en esta cuestión de orden público, dando el nombre de un sujeto que no tendría en principio qué ver con nuestro cantaor:

Interesa certificación de conducta de Pedro Segura Belmonte y Gabriel Sánchez”.[40]
 
En nuestro libro sobre los cantes mineros y al tratar el curioso registro de Antonia La Malagueña reparamos en una de las coplas que canta, la cual predice la muerte violenta de Pedro María Alonso Morata en una pedanía de Murcia. Dicha cantaora, acompañada a la guitarra por Miguel Borrull, registró hacia 1899 en Sevilla un cilindro para la casa Zonophone. La grabación se inicia con la cartagenera atribuida a Chilares, con la copla: Cartagena de Levante / bien te puedes alabar / que Murcia con ser tan grande / no tiene puerto de mar”, y remata la serie con la malagueña de El Niño de Tomares. Para este último cante utiliza una letra de temática netamente murciana que, sin poder asegurar su descifrado total, debido a la mala calidad del registro, vendría a decir:
Ya no cantará a Gabriela;
Ya no cantará El Morao
para el puesto de La Murta le llaman;
Ya el pobre andará muerto
entre Murcia y Cartagena”.
 
No obstante sabemos que esta copla es una clara adaptación de otra que corrobora la trágica muerte hacia 1891 del mencionado Juan José Abad Díaz cantaor almeriense del barrio del Zapillo:
Ya no cantará Chilares
en los bañitos de Archena
porque le dieron un tiro
entre Murcia y Cartagena”.
 
Tanto El Morato como Chilares jugaron un papel fundamental en la transmisión de cantes mineros de corte almeriense. De hecho la tradición oral también señala la competencia y amistad entre estos cantaores expresada en alguna copla arriba señalada.
Imagen retrospectiva del Balneario de Archena, donde tantas veces cantó Chilares en compañía de El Rojo el Alpargatero y el bailaor Juan Martínez Peñafiel.
 
Luis Díaz Martínez, reconocido historiador del trovo unionense, recorrió durante varios años tierras de Cartagena, Águilas, Lorca, y otras localidades haciendo trabajos de campo sobre José María Marín, El Minero y otros. En su biografía sobre José Castillo, recogió el testimonio de un anciano minero que informó sobre el amargo final de Pedro el Morato, siendo éste bastante mayor. Cierto día en que aquél ejercía de empleado de arbitrios en un fielato entre la Unión y Cartagena fue asaltado por dos arrieros que, con ánimo de robarle, le infligieron varias puñaladas. Estuvo varios días agonizante aunque tuvo el pundonor suficiente para improvisar una última copla a modo de epitafio a su historia:
 
El final del Morato fue trágico. Estando últimamente empleado en consumo, en una acalorada discusión, fue apuñalado por dos arrieros. Duró varios días, luchando con la vida y la muerte. En este lamentable estado, el Morato hace una imaginada composición del comentario que la gente haría después de su muerte. Y le salió esta quintilla:
 
Ya murió el Morato
que mala fue su fortuna.
Lo asesinaron dos hombres.
Mientras que haya sol y luna,
tiene que durar su nombre”.[41]
 
A propósito de la muerte de Pedro El Morato traemos el importante testimonio de Tío Juan El Calala sacado de la interesante entrevista que, el 25 de noviembre de 1996, le realizó José Gelardo Navarro, cuando aquel trovero cartagenero contaba a la sazón los 89 años de edad:
 
A mí me contó mi padre cuando al Morato lo mataron. A Pedro el Morato lo mataron dos arrieros de una puñalá. El Morato estaba en los fielatos (empleado de consumos), pues, entonces, el Ayuntamiento hacía fielatos y todos tenían que pagar, y el Morato en La Unión vio a dos arrieros que iban cargaos de mercancía y no querían pagar (se refiere al impuesto de consumos o alimentos). El Morato les dijo que si no pagaban no podían pasar y entonces le pegaron una puñalá al Morato y lo mataron. 
Mi padre no murió viejo; lo mató una jaca de una patá. Murió mi padre de unos cincuenta años y esto me lo contaba a mí cuando mi padre tenía cuarenta años, que yo ya le preguntaba a mi padre cosas, pues sabía que a mí me gustaba el trovo. A Pedro el Morato lo mataron al poco de nacer yo, más o menos. Calculo yo que lo mataron hace 90 años. Lo mataron dos arrieros porque el Ayuntamiento, todo el que pasaba pollos o conejos o..., tenía que pagar y el Ayuntamiento tenía gente por fuera recorriendo, que eran el Morato y era toda esa gente que estaba por las carreteras; iba usted cargao con lo que fuera y a pagar. Y si no pagaba lo llevaban detenido al fielato. Aquellos arrieros no quisieron pagar y se armó”.[42]
 
A través de estas fundamentales declaraciones se puede estimar que Pedro El Morato murió violentamente entre 1908 y 1910, mucho después de lo que en un principio se pensaba y que vaticinaron algunas crónicas ya vistas. Atendiendo al informante de Luis Díaz Martínez, efectivamente, dejó este mundo bastante mayor pues rondaría los setenta años de edad.
 
 
Cantes de Pedro El Morato
 
A tenor de lo hasta ahora visto podemos suponer que las capacidades estilísticas de El Morato se pondrían de relieve a la hora de hermosear sus improvisaciones. Queda patente la conciencia cantaora de la que hacían alarde otros repentistas almerienses de su tiempo, caso de Los Indalos, Chilares, Ciego de la Playa o el mismo José Castillo para quien, aún destacándose principalmente como trovero, se ponderaban sus dotes como cantaor y guitarrista. El Morato, por ser de esta condición de los más veteranos, y mas si cabe por su carácter itinerante y viajero en derredor de los principales enclaves mineros, se convertirá en uno de los primeros vectores de transmisión y dinamización de ciertos fandangos almerienses los que, a partir de su tamiz cantaor, se transformarían en fandangos mineros.
 
Fotografía de Pedro El Morato hacia 1890.
(Col. Familia Fuentes Figuera. Archivo Juan Grima Cervantes).
 
Así pues, no se puede hablar de un tipo de cante ‘creado’ por El Morato pero sí sublimado por sus condiciones de cantaor notable que trascendía más si cabe su popular faceta de trovero. Estos cantes, alejados de sus formas bailables y ralentizados para ser mejor escuchados en pro del mensaje de sus coplas, desembocarían en tarantas cortas o mineras. Éstas, como establecimos en nuestro libro al efecto, conservan el carácter binario de dichos fandangos, sobre todo alpujarreños, cultivados por versificadores de la zona de Adra, Berja y Dalías, los que, por su carácter viajero, englobábamos bajo el calificativo de “rondeñas de arriería”.[43] No mucho tiempo después tales cantes en el escenario murciano y en base a análogos parámetros cantaores-repentizadores se conocieron como ‘malagueñas troveras’ y ‘madrugás’, y con el paso del tiempo también como mineras.[44] En este sentido Antonio Piñana afirmaba:
 
...don Antonio Grau me transmitió que durante la elaboración de los cantes las personas que más influyeron en la construcción de la estructura musical de los diversos estilos fueron los cantaores de la tierra, entre ellos el Pajarito, Enrique el de los Vidales y Paco el Herrero; sin olvidar que junto a estos cantaores otros artistas aportaron parte de sus conocimientos musicales, siendo el Rojo el Alpargatero, Perico Sopas, Chilares y Pedro el Morato quienes cedieron parte de su saber; ayudando al proceso de creación de otros estilos”.[45]
 
Los cantes de Pedro El Morato se deben definir como “mineras” y así las tratamos dentro del espectro de estos cantes flamencos.[46] No obstante tuvimos que citar una de sus variantes como ‘taranto’, término que nunca gozó de acreditación en época formativa de estos cantes pero que su reiterado e indiscriminado uso, asociado sobre todo a enfatizar el compás para la adecuación a su baile flamenco homónimo, hacía ineludible su tratamiento. Así, aunque expresamos nuestra inconformidad al respecto, no tuvimos más remedio que establecer una sub-calificación de ‘tarantos’ entre las mineras al compendiar desde un prisma actualizado la explicación de algunas variantes de estos cantes.
 
Don Antonio Chacón. Foto autógrafa. Sevilla, 1912.
 
A través de la pizarra pueden en principio establecerse dos tipos de cantes asociadas a Pedro El Morato. Ambas quedaron fielmente recogidas en 1913 por don Antonio Chacón acompañado de Ramón Montoya bajo la ineludible denominación de “Mineras”. El primer estilo (Gramophon AE-470 262.166) y el segundo (Gramophon 3-62.359) en dos coplas distintas. Tales son:

Primer estilo:
 
Soy del reino de Almería        (bis)
en donde nacen los tempranos;
y al amanecer el día
me encuentro a Pedro el Morato
vendiendo verdulería
 
Segundo estilo (taranto)
 
El corazón...;                                                  ¡Qué madrugá
el corazón se me parte                                    Madrugar y trabajar
cuando pienso en tus partías,                         subir y bajar la cuesta
y cuando te tengo delante                               a mí me dan poco jornal
to lo malo se me orvía                                    y eso no me tiene cuenta
y tengo que perdonarte                                   que y’a la mina no voy más.

El primer estilo, también fue registrado tiempo después: dos veces en 1924 por El Cojo de Málaga (Gramófono AE 1.299) y (Regal RS 416) con la misma letra y otra vez más por La Argentinita con Orquesta (Gramófono AE 2.384), respectivamente, con las coplas:
¡Viva Lorca y viva Murcia!    (bis)                       No me pretendas minero    (bis)
Y viva Málaga la bella                                          ¿Qué me puedes tú ofrecer?
Y para puerto bonito                                             si tú no abielas dinero
Barcelona y Cartagena                                         para llevar a una mujer
¡Que viva Lorca y viva Murcia!                            vestía como yo quiero.[47]
 
El segundo estilo, se grabó también por El Niño de Cabra con Ramón Montoya en 1913 (Gramófono 262.185) y Adela López con Orquesta en 1914 (Odeón A-139.042), ambos siguiendo a Chacón con la primera copla: El corazón (me lo partes)...”. También por El Cojo de Málaga acompañado de Los Borrull, si bien su versión es distinta y tiene cierta tendencia a la taranta corta del El Tonto de Linares. Lo graba principalmente con la segunda y primera coplas de Chacón, en 1921 (Gramófono AE 489) y 1923 (Gramófono AE 968, y Gramófono AE 1.299), respectivamente. En otra grabación del año 1923 (Gramófono AE 985), Joaquín Vargas Soto ofrece esta copla:

Venganza
Venganza de tus partías
me píe mi corazón;
mira si yo te quería
que hasta hice la intención
y de olvirate y no poía.
 
Este segundo estilo se trata en esencia del mismo cante que en 1969 grabó Pepe de La Matrona acompañado de Manolo El Sevillano con la conocida letra: “Yo soy natural de Vera...” (Hispavox HH(s) 10-346), que el viejo cantaor atribuía directamente a “Pedro El Morato”. En 1972, y durante la grabación de la serie de televisión “Rito y geografía del cante”, Matrona, acompañado del mismo tocaor, interpretó dicha copla junto a una variante de otra, con el primer verso quebrado, apuntada líneas más arriba:
Darme veneno
Si tú me quieres, dírmelo,
y si no dame veneno;
sal a la calle y dí:
Ya maté a mi dulce dueño,
con veneno que le dí.
 
Pepe de la Matrona.
 
Básicamente la diferencia entre ambos estilos recogidos en pizarra se encuentra en el encuadre del arranque con un tercio 1º claramente diferente de ambos estilos, más allá de que en el primer estilo de minera mantiene el verso inicial completo, mientras que en el segundo lo quiebra. En el primer estilo también se aprecia un 4º tercio valiente, con una subida álgida similar al de la malagueña de El Canario 1 y al de la taranta de La Gabriela en ese mismo tramo melódico. Esta regla se cumple salvo la versión de Chacón que, aunque es tendente a dicha elevación tal se hace retardada, elongando su terminación. Escuchamos respectivamente ambos estilos de mineras en dos únicas grabaciones con los intérpretes consignados y las letras apuntadas.
 

 
Estos son básicamente los dos estilos más identificables de Pedro El Morato. No obstante se pueden cotejar otras variantes debidas a Antonio Piñana Segado (1913-1989) quien siguiendo las directrices de Antonio Grau Daucet (1885-1968), hijo de El Rojo El Alpargatero, coincidía en atribuir dos estilos de mineras al cantaor de Vera.
A nuestro juicio erróneamente Piñana define los estilos de El Morato como una reelaboración de la minera de La Unión designándolos como ‘tarantillas’, vocablo utilizado por otros estudiosos como el referido Juan Ruipérez Vera, con el que codificar su menor rango frente a otros estilos mineros de ámbito murciano. Acompañado –como en todos sus discos- de su hijo a la guitarra, Piñana registró ambas mineras en 1971 (Clave-Hispavox 18-1234-S; e Hispavox-HHS-10-371). Las escuchamos según este orden en una única audición y respectivamente con las siguientes letras:

Estilo 1:
 
Me llaman Pedro El Morato
Soy el mejor de los troveros
me llaman Pedro El Morato
bien lo sabe el mundo entero
que de trovos tengo un rato
y también de verdulero.
 
Estilo 2:
 
Y vide a la emperatriz                         Que porque vengo de Almería;
Anoche fui al teatro                            del Reino de Almería
y vide a la emperatriz                         en donde nacen los tempranos
platiqué con ella un rato                     y al amanecer el día
y se le ocurrió decir:                          me encuentro a Perico El Morato
¡Pa cantá, Pedro El Morato!              vendiendo verdulería.
 
Esta segunda letra por el mismo estilo también la grabó Piñana en otra ocasión en 1964 (Emi-Odeón 7EPL-14.092).
Comparativamente a las versiones de pizarra en éstas no se quiebra el verso inicial para el segundo estilo. La diferencia básica entre los dos estilos asignados a El Morato a partir de Antonio Grau radica solamente en el 4º tercio álgido comentado que se marca ostensiblemente. La cadencia binaria apenas se aprecia tan sólo en el ayeo algo recreado y previo al 6º tercio en ambos cantes. De otro lado la interpretación del segundo estilo se antoja mucho más lenta; tanto que retarda la conclusión de todos los tercios, pausándolos a mitad de interpretación. Existe no obstante un matiz distinto y patente entre la segunda versión de este segundo estilo de minera interpretada por Piñana: así, mientras que en una recrea el final del tercio 3º sobre la palabra “emperatriz”, en la otra se acentúa en el mismo tramo la cadencia binaria en la palabra “tempranos”. Dicho matiz es señalado por Ruipérez Vera quien interpeló al cantaor sobre el particular obteniendo de Piñana esta explicación:
 
...no se trata de un error. He grabado ese cante tal y como me lo había enseñado el hijo del Rojo el Alpargatero. (...)... cuando Antonio Grau me enseñó este cante me percaté de esta variación y al intentar hacer el tercio con la musicalidad de la tarantilla, me rectificó, y me dijo que ese pellizco de taranto iba ahí, porque así lo había hecho Pedro el Morato, y así había que respetarlo”.[48]
 
 
Cantes con influencia de El Morato
 
Según el referido Ruipérez Vera, el cantaor almeriense también influyó en una minera de El Rojo:
«Con las indicaciones que Antonio Grau estableció para las seis tarantillas creadas por su padre, El Rojo El Alpargatero, según la cronología de su composición y las coplas con que habitualmente se cantaron, se sabe que el quinto estilo, creado en 1901, y asociado a la letra: “Con mi taleguico en la mano...” (EMI-Odeón 14.093), fue compuesto por El Rojo con la inestimable aportación de su amigo Pedro El Morato. (...). Es curiosamente esta tarantilla el considerado como estilo patrón de los demás, debido quizá a su versatilidad y a la mayor concomitancia con los demás estilos creados por El Rojo».[49]
 
Indica Ruipérez que este estilo de minera grabado en 1964 lo registró igualmente con otras letras. Así, ese mismo año también con “El cante y la mina...” (Emi-Odeón 7EPL 14.093); en 1968 con “Que quiero a La Unión llegar...” (Belter-52.177) y “Con mi macho del ramal...” (Belter-52.179); en 1971 con “Con mi carburico en la mano...” (Clave-Hispavox 1-8-1234-S), y en 1972 con “Maldito dinero...” y “Como el topo y el ratón...” para Triumph-Polydor (refs: 2496209, y 2496210, respectivamente).
Escuchamos cinco versiones de este 5º estilo de minera atribuido a El Rojo en una única audición. Estas son las coplas, advirtiendo que la parte que está entre paréntesis es el fragmento de verso quebrado que no se repite:

 
Cor mi taleguico (en la mano);
Vengo de mi trabajico
cor mi taleguico (en la mano)
y no tengo quien me diga
si vengo tarde o temprano      (bis)
 
Como el topo (y el ratón);                  Con mi carburico (en la mano)
Y sin gloria en sus hazañas                 Monte arriba, sierra abajo
como el topo (y el ratón)                    con mi carburico (en la mano)
con mucho frío en las entrañas           camino del trabajito
saca el minero (el carbón)                  cuando pienso (lo que gano)
pa darle calor a España.                       me vuelvo desde el tajico.
_____
Que quiero a La Unión llegar;            Cor mi macho (del ramal);
Date prisa tartanero                            Salgo de las Herrerías
que a La Unión quiero (llegar)           cor mi macho del ramal
que el Rojo el Alpargatero                  apuesto y no perdería
que esta noche (va a cantar)             que el Hoyico; que en el Hoyo de Portmán
su cantesico minero.                           no hay recua como la mía.

Podemos concretar que los matices observados en las mineras de El Morato según Antonio Grau son más ostensibles si cabe en esta minera atribuida a El Rojo el Alpargatero. La pausa de los versos aquí se repite hasta quebrar sus respectivos tercios. El 4º tercio, álgido, se estira más si cabe y el ayeo previo al tercio final se recrea mucho más.
El Rojo el Alpargatero.
 
También hay que decir que Antonio Piñana compuso un estilo: “...“Qué madrugada” (minera de Piñana)”, basada, según su criterio, en ciertos matices de Pedro El Morato, como él mismo corroboró en 1971 en entrevista publicada en “El Noticiero de Cartagena”: 
Antonio Piñana (Padre): Un nuevo cante de su creación incluirá en el próximo disco.
“Se apoya sobre los de “El Pajarito”, Pedro “El Morato”, etc; y lo he construido con los tonos que necesitan nuestros cantes”. (.../...).
-¿Proyectos a realizar en un futuro inmediato?
-‘Para noviembre o diciembre grabaré otro L. P. en el que irá un nuevo cante de mi creación. Un cante apoyado sobre los de El Pajarito, Pedro “El Morato” y Juan “El Albañil” que yo he conjuntado y construido con todos sus medios tonos y tonos graves que necesitan nuestros cantes para su fiel interpretación. Será la “Minera Piñana”. (...).”.[50]
 
Escuchamos el referido cante que grabó en 1972 (Triumph-Polydor 2496209), con la siguiente letra:
Cor mi sello personal.
Canto yo esta minerita
cor mi sello personal
tiene una esensia tan rica
que del estrecho a Portmán
todavía no se lo explican.
 
 
El cantaor Antonio Piñana Segado con su hijo el guitarrista Antonio Piñana Calderón.
 
En lo que respecta al llamado “verdial minero”, Antonio Piñana establece lo siguiente a partir del testimonio de Antonio Grau:

Pedro el Morato, de la provincia de Almería, y el Rojo el Alpargatero, alicantino, en el año 1901, le dieron forma musical, tomando como patrón el verdial originario de Andalucía, y durante el tiempo que se tardó en elaborar este cante consiguieron moldear sus principales características, adaptándole a su melodía las cadencias propias de los cantes atarantados. El Rojo y el Morato sabían que este estilo mantenía su raíz en un cante andaluz, y, además, el ritmo y el nombre de verdial lo delataban. Para salvar este posible inconveniente los dos cantaores decidieron darle un toque de personalidad y un mayor reflejo al lugar de procedencia, llegando a la conclusión de que al apelativo de verdial debían unirle el calificativo de minero, como señal inequívoca de que es un cante relacionado con la Sierra de Cartagena y La Unión”.[51]
 
Antonio Piñana dejó registrado el patrón del ‘verdial minero’ en dos ocasiones con acompañamiento abandolao: en 1964 con toque ‘por arriba’ (Emi-Odeón 7EPL-14.092) y en 1972 en tono de granaína (Triumph-Polydor 2496210). Las escuchamos en una única audición:
 
No le temas tú al que viene                Mala noche me espera
Canta minerito, canta                          Qué frío viene el relente
no le temas tú al que viene;                mala noche me espera;
si tu navaja no corta                           Eso decía una dama
la mía dos filos tiene.                         de La Unión a Cartagena
Canta minerito, canta                         que Ana María se llama.
 
En nuestra opinión es un remedo del fandango veleño de Juan Breva que sin duda interpretaba El Rojo y que guarda ciertas concomitancias musicales con algunos fandangos cortijeros almerienses.
 
No hay que eludir otros posibles cantes e influencias melódicas debidos a El Morato si hacemos caso a una interesante, aunque confusa aseveración, de José Martínez Hernández en la que, al hablar de la ‘murciana’, especifica:
 
Este nombre hacía referencia, en un principio, a algunos cantes folklóricos de la huerta de Murcia. Sin embargo, también se utilizó para denominar una forma de cante minero del que se deben varias grabaciones de Chacón. Parece ser que Chacón recogió una de las murcianas que grabó de Pedro el Morato”.[52]
 
Repasando lo que de cierto pudiera tener esta afirmación, comprobamos que, en 1913, año en que el jerezano registra las “Mineras” de Pedro El Morato, impresionó también al menos dos cantes cuyos registros titula como “Murcianas N.º 1 y “N.º 2, a pesar de que sus placas no llegaron a editarse, e incluso no figuran con referencia de catálogo.
De otro lado sabemos que Chacón grabó una cartagenera atribuida al Rojo El Alpargatero, con el nombre de “Murciana N.º 3 (Gramophone 3-62.355), con la copla: “Porque tiro la barrena...”. No podemos por tanto precisar si las ‘murcianas’ precedentes y perdidas obedecen también a cartageneras clásicas o por el contrario se tratan del estilo de cante al que alude Martínez Hernández con patente de Pedro el Morato recogido también por el propio Chacón según este dato. Del mismo modo, el referido autor, al hablar de la levantica afirma:
 
Su nacimiento se sitúa a lo largo de la ruta que iba desde Almería hasta La Unión. Se dice que procede del cante propio de los tartaneros y en su gestación aparecen los nombres de Pedro el Morato y Perico Sopas”.[53]
 
Las conclusiones que podemos sacar son que Pedro María Alonso Morata, conocido por Pedro El Morato, fue, si no uno de los primeros, sí un importante referente en cuanto a la popularización de cantes netamente almerienses aunque ya evolucionados en el plano flamenco no sólo en la provincia de Almería sino también en la de Murcia. Debió tener muchos seguidores en estas tierras de minería y sus cantes –al menos dos estilos de mineras-, se debieron de popularizar merced a sus émulos tanto en el trovo como en el cante. Sin duda sirvieron de base para una posterior evolución dentro del plano flamenco hacia otras formas que iniciaron su desarrollo en su misma época y de mano de profesionales en los cafés cantantes de su tiempo.
 
 
Rafael Chaves Arcos


[1] Alarcón, Ana; Alarcón, Josefa & Grima Cervantes, Juan: “Turre. Historia, cultura, tradición y fotografía”; Ed. Arráez Editores S.L. Ayuntamiento de Turre. Instituto de Estudios Almerienses. Turre (Almería), 1996; página 133. También en n.º 11 de “Axarquía. Revista del Levante Almeriense”; Ed. Arráez Editores S.L. Mojácar (Almería) Verano 2006.
 
[2] Sevillano Miralles, Antonio: “Almería por Tarantas (Cafés cantantes y artistas de la tierra)”; Ed. Instituto de Estudios Almerienses de la Diputación Provincial de Almería. Almería 1996, página 232.
 
 
 
[5] Díaz Martínez, Luis: “Marín-Castillo-«El Minero». Los tres puntales del trovo.”; Edición de autor (Murcia), 1977; página 22.
 
[6] Caparrós Perales, Manuel: Artículo cit: “Pedro El Morato. Pedro María Alonso Morata (31-10-1841--+)”, en “Blog de Cultura” de Vera; https://blog.vera.es/cultura/; 26 de octubre de 2016.
 
[7] Manrique, José & Alba, Diego: “Los cantes de la Unión y Cartagena”, Casa Regional de Murcia, Barcelona, 1978.
 
[8] Torres Cortés, Norberto & Grima Cervantes, Juan: “Pedro El Morato”; en “Historia del Flamenco”, Vol. II; Ed. Tartessos, Sevilla, 1995, página 125.
 
[9] Torres Cortés, Norberto & Grima Cervantes, Juan: obra cit; Sevilla, 1995, página 126.
 
[10] Torres Cortés, Norberto & Grima Cervantes, Juan: obra cit; Sevilla, 1995, página 127.
 
[11] Gelardo Navarro, José: “Salvador «El Pascua», cantaor de Carboneras (Almería)”; en n.º 128 de la revista “Candil. Revista de Flamenco”. Peña Flamenca de Jaén; Julio-Agosto de 2000; página 3.855. Entrevista publicada también en n.º 7 de “Axarquía. Revista del Levante Almeriense”; Ed. Arráez Editores S.L. Mojácar (Almería) Verano 2002; páginas 219 a 228.
 
[12] Díaz Martínez, Luis: obra cit. 1977; página 10.
 
[13] Esta letra no es popular, está firmada por Ópalo y Vizcaíno, pseudónimos bajo el que se esconden los nombres de José Blas Vega y el Félix García Vizcaíno guitarrista más conocido como Félix de Utrera. Como cante atribuido a El Morato se grabó por vez primera por el cantaor cartagenero Antonio Piñana Segado en 1971, en su disco “Todo el cante de Levante, todo el cante de las minas” (Hispavox 18-1234S).
 
[14] Martínez Tornel, José: “Cantares populares murcianos coleccionados y clasificados por...” (Segundo Cancionero); Imprenta de “El Diario”. Murcia, 1892; página 62.
 
[15] Ruipérez Vera, Juan: “Historia de los Cantes de Cartagena y La Unión”; Ed. Corbalán. Cartagena (Murcia), 2005; páginas 136 y 137.
 
[16] En portada del n.º 6.496 de “El Diario de Murcia”; mañana del jueves 27 de diciembre de 1894.
 
[17] Martínez Tornel, José: “Cantares populares murcianos coleccionados y clasificados por...” (Primer Cancionero); Imprenta de “El Diario”. Murcia, 1892; página 52.
 
[18] ‘Cartago’: “La Unión. ·XV Festival Nacional del Cante de las Minas.· Cante y Trovo”; en página 37 del n.º 11.734 de “Línea. Diario provincial de Murcia”; sábado 16 de agosto de 1975.
 
[19] Díaz Martínez Luis: “Carta abierta sobre el trovo”; en página 29 del n.º 11.753 de “Línea. Diario provincial de Murcia”; domingo 7 de septiembre de 1975.
 
[20] A. Gonzales Garbín, A: “¡Patria Mía!”; en página 2 de “Almería-Orán. Periódico publicado por una comisión de periodistas almerienses”; sábado 1 de enero de 1881. Nuestro buen amigo y gran aficionado José Antonio López Alemán nos apunta una variante a quintilla de la primera copla cantada por El Indalo que inicia esta narración: Almería quien te viera / y tus calles paseara / y a Santo Domingo fuera / a escuchar misa primera / y una salve te rezara”. Alude al convento de los dominicos de la ciudad; santuario donde se venera a su patrona Virgen del Mar. Como cuarteta fue grabada por tarantas: en pizarra en 1944 por José Cepero acompañado de Ramón Montoya (Columbia A 2.616), y en vinilo, que sepamos, al menos por Manolito de Huelva con la guitarra de Alfonso Labrador (Belter 52.305).
 
[21] Casal Martínez, Federico: “Folklore Cartagenero”; Ed. Carreño. Cartagena, 1947; página 50. Reproducido en Casal Martínez, Federico: “Folklore cartagenero”; en página 3 del n.º 3.247 de “El Noticiero de Cartagena. Diario de la tarde”; jueves 1 de abril de 1948, donde el último verso de la referida copla lo expone así: “...Para trovar el Morato”.
 
[22] Vinicio: “Hoy habla Ángel Roca”; en página 12 del n.º 5.534 de “Línea. Diario de la F.E.T. y de las J.O.N.S.” de Murcia; martes 22 de enero de 1957.
 
[23] Roca Martínez, Ángel: “El trovero Marín”. Ed. Athenas, Cartagena 1971, página 92; y “El trovero Marín”; manuscrito presentado a la Dirección General de Cultura. Murcia, 1991; página 92; y Roca Martínez, Ángel: “Historia del trovo. Cartagena-La Unión (1865-1975)”; Ed. Athenas-Ediciones. Cartagena (Murcia), 1976; página 406.
 
[24] García Martínez, Ginés: “El habla de Cartagena: Palabras y Cosas”; Ed. Excmo. Ayuntamiento de Cartagena. Cartagena, 1960; página 22.
 
[25] Gelardo Navarro, José: artículo citado. en n.º 128 de la revista “Candil”. Jaén; Julio-Agosto de 2000; páginas 3.853 a 3.855. Como señala el propio Gelardo se trata de una copla que compendia de forma resumida cierta controversia entre los troveros Castillo y Marín, según apunta Montesinos Felices, Juan “«Homenaje en Pechina», en Calle del trovero Castillo”; Ayuntamiento de La Unión, 1995; páginas 121 a 129.
 
[26] Díaz Martínez, Luis: obra cit. 1977; página 8.
 
[27] Ruipérez Vera, Juan: obra cit. Cartagena (Murcia), 2005; página 91.
 
[28] Ruipérez Vera, Juan: obra cit. Cartagena (Murcia), 2005; páginas 131 y 135.
 
[29] Chaves Arcos, Rafael & Kliman, Norman Paul: “Los Cantes Mineros a través de los registros de pizarra y cilindros”; Edición de autor. Madrid, 2012; páginas 194 a 196.
 
[30] En página 4 del n.º 610 del periódico “El Heraldo de Madrid”; viernes 2 de septiembre de 1892.
 
[31] Martínez Tornel, José: obra cit. (Primer Cancionero); Murcia, 1892, página 51.
 
[32] Díaz Martínez, Luis: obra cit. 1977; página 34; y Martínez Tornel, José: obra cit. (Primer Cancionero); Murcia, 1892, página 51.
 
[33] Gelardo Navarro, José: “Con el flamenco llegó el escándalo. Cartagena-La Unión. Siglo XIX”; Ed. Azarbe (Murcia); 2006, página 265.
 
[34] Martínez Tornel, José: “Rebusco. Puerta de la Traición. Portillo y Cuatro esquinas de Juan de la Cabra”, en páginas 4 y 5 del n.º 24 del “El Semanario Murciano”; domingo 28 de julio de 1878.
 
[35] Blas Vega, José: “El cante de las minas”; Hispavox (HH 16-769), Madrid, 1971.
 
[36] Valverde Álvarez, Isidoro: “Cartagena entrañable”; Ed. Athenas Ediciones. Cartagena, 1969; página 112.
 
[37] Sender, Ramón J.: “Mister Witt en el Cantón”; Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1936; página 62.
 
[38] Martínez Tornel, José: “Segundo Cancionero. Cantares populares murcianos coleccionados y clasificados por...”; Imprenta de “El Diario”. Murcia, 1892; página 51.
 
[39] En página 3 del n.º 6.937 del “Diario de Murcia. Periódico para todos”; sábado 4 de abril de 1896.
 
[40] Archivo de La Unión; Libro de Registro de Entrada de 1896; n.º 303 del sábado 4 de abril de 1896.
 
[41] Díaz Martínez, Luis: obra cit. 1977; páginas 34 y 35.
 
[42] Gelardo Navarro, José: obra cit. Ed. Azarbe (Murcia); 2006, página 265 a 268.
 
[43] Chaves Arcos, Rafael & Kliman, Norman Paul: obra cit. Madrid, 2012; páginas 18 y 55.
 
[44] Para profundizar sobre estos aspectos del cante por mineras ver Chaves Arcos, Rafael & Kliman, Norman Paul: obra cit. Madrid, 2012; páginas 154 a 160.
 
[45] Ruipérez Vera, Juan: obra cit. Cartagena (Murcia), 2005; páginas 173 y 174.
 
[46] Chaves Arcos, Rafael & Kliman, Norman Paul: obra cit. Madrid, 2012; páginas 161 a 163, y 190 a 193.
 
[47] Abielar; en caló: tener, poseer.
 
[48] Ruipérez Vera, Juan: obra cit. Cartagena (Murcia), 2005; páginas 227 y 228.
 
[49] Ruipérez Vera, Juan: obra cit. Cartagena (Murcia), 2005; páginas 126.
 
[50]Siempre maestro”; en página 3 del n.º 10.261 de “El Noticiero de Cartagena. Diario de la tarde”; viernes 20 de agosto de 1971.
 
[51] Ruipérez Vera, Juan: obra cit. Cartagena (Murcia), 2005; página 174.
 
[52] Martínez Hernández, José: “Los estilos del Cante Flamenco”; Art. incluido en el libro: “Rito y Geografía del Cante” (que acompaña colección video-casetes mismo título); Ed. Alga Editores. Murcia, 1997; página 35.
 
[53] Martínez Hernández, José: obra cit. Murcia, 1997, página 35.

 

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